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Siempre abrir los brazos, sentir la brisa desde Santiago,
Aquel mar sin fin, que los impuros tacharon como heregía,
Y que ahora, desde el antiguo pangea, somos uno ante Gaia,
Ahora se divisa, lo que otros perdonaron por ignorancia.
Volar de una punta a otra, sin pausa, con el contenido de la respiración,
El mar jamás cambia su rumbo, son los elementos los que desafían al hombre,
Y empezamos, por instruirnos en edificaciones de la antigua Babilonía,
Ese concepto, es tan caduco, como la sonrisa de la verdad revelada.
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